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José Ángel Domínguez Calatayud / Actualizado 25 marzo 2018 |
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fjrigjwwe9r1_articulos:cuerpo En la fase inicial a tres partidos dijeron adiós Jon Rahm y Rafa Cabrera Bello. Y en el siguiente paso, Octavos de Final, Sergio García fue despachado (2&1) por Kyle Stanley, que nunca le dejó avanzar.
Es extraña esta modalidad por hoyos, no por golpes, que en sólo 18 hoyos aniquila a presuntos inmortales. Entre ellos el nº 1 del Mundo, Dustin Johnson, el nº 3, Jon Rahm, el nº 4, Jordan Spieth, el 5, Hideki Matsuyama, y el 7, Rory McIlroy. Todos ellos duraron menos que la primera cerveza en una entrega de premios del club de golf. Entre los 16 jugadores de Octavos de Final, sólo quedaban dos, Sergio García y Justin Thomas del Top 10 mundial.
En Cuartos de Final, ya sólo estaba el nº 2 (que desde el lunes será nº 1), Justin Thomas. Todo tan rápido, tan de sprint maratoniano que no me ha dado la vida para ver tanta eliminatoria.
Llueve sobre mojado. Llevo una semana que sería de ataque de nervios si no fuera porque conservo por estirpe una indomable flema muy del Norte: eso previene las subidas inopinadas de tensión. Pero el trote familiar es para contarlo. Y lo voy a contar.
Mi prima Margarita, la más bella criatura femenina que haya pisado un fairway, ha debido jugar el otro día con algún miembro o exmiembro del Comité de Golf de mi Club. No sé, pero alguien le ha calentado la cabeza con lo de ir rápido en el juego, con el ready golf y otras pamplinas parecidas. El ready golf, invento del R&A y otros actores de la cosa, pretende que los partidos de amateurs no se eternicen.
Hasta ahí no hay discusión: todos hemos padecido al socio lento hasta la exasperación: ese jugador cuyo pie parece pedir permiso al otro pie parea caminar; que a cada golpe se quita y guarda el guante con aire profesional; que tiene una preparación de golpes más larga que el chequeo de lanzamiento del Apolo; que antes de elegir palo, mide la distancia con reloj Garmin, con la App de su iPhone, y que completa luego el estudio con una visión por binocular y con notas sobre accidentes del campo; vamos, como si en vez de a dar un golpe se dispusiera a levantar un mapa topográfico de la provincia. ¡Un horror!: partidos cercanos a las seis horas, que aburren a los dromedarios.
Pero una cosa es un cosa y esto es otra. Margarita ha llevado el régimen del ready golf (golpear primero, no esperar a los compañeros; jugar el putt mientras el competidor alisa el bunker; anotar resultados ya en el siguiente hoyo, jugar desde el tee sin respetar el honor del jugador con mejor resultado) a extremos paroxísticos.
No exagero: aún estoy jadeando y con espasmos tras acompañarle a ella y a tía Alicia a comprar telas a una tienda en el centro. Es un establecimiento especializado cuyas tres plantas colmadas de rollos de tejidos evitaré pisar en el futuro.
¿Pueden imaginarse un ready golf llevado a la compra de telas en un lugar con más tela que la familia Rockefeller? No pueden: se lo digo yo. Uno es un caballero y atiende a las damas de la estirpe facilitando aquellas tareas que hagan su vida más llevadera.
Pero Margarita, comido su lindo coco por el microbio patógeno de la velocidad en el juego, fue dándome instrucciones para ganar tiempo en la tienda:
.- Corre tráeme aquel rollo de cretona estampado.
.-Venga sube a la tercera planta y mientras me miden tres metros de esta tela tan mona, tráeme al encargado.
.- Ahora voy a ver estampados para la Feria y tú te vas poniendo en la cola para pagar que veo que ya hay muchas gente.
.- Para, duque, para: ¿dónde vas tan rápido sin llevarte estas telitas tan monas para un traje para la boda de Isabelita?
Y, a todo esto, tía Alicia, sentada en la única silla del establecimiento miraba con sonrisa de caimán hambriento mis idas y venidas. A ella, clienta de toda la vida, le atendía un alto empleado que sólo tenía el defecto para mi tía de tratarla con una familiaridad y un tono afeminado que a ella le saca de quicio: “!Ay, amor, con ese color estarás ideal-ideal-ideal”; o “ni hablar, cariño, de ahí no te sale un traje de gitana: a lo más uno de gogó discotequera”, etc. Mi vieja parienta aguantaba al sujeto porque la atención que le prestaba no era ready shop sino slowly swing.
Debió sentir compasión de mí al verme como señora de mala vida por rastrojo, o sintió hambre, porque con voz alta para la que la escuchara Ready-Maggy me dijo con cariño:
.- Venga, sobrino haz algo útil, deja de estorbar. Deja todas esas telas ahí en ese mostrador, que voy a llamar al mecánico para que las recoja y tu vete a Casa Robles y nos esperas para comer.
.- ¡Pero, tía…- empezó a protestar Margarita.
.-Nada, nada que se vaya y nos deje a las mujeres con estas cosas que él ni sabe ni aprende.
Les aseguró que, venciendo mi anatómica repulsa, bese en ambas mejillas a mi rica tía y me esfumé – si me permiten la expresión – camino del restaurante y de un par de martinis restauradores.
Hoy viendo lo rápido que ha ido todo en Austin (Texas), pensando que ni Sergio García estará en la final del Dell Technologies, me he acordado de mi familia y de mi Club.
¡Que quieren!, prefiero la armonía de Justin Thomas o el hieratismo de Alex Noren. Sería una bonita Final.
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