El lecho del dolor, ese sí que es mío. Resulta que sentía una minúscula molestia en la espalda, zona de cuarto menguante. Había pasado dos horas sentado en atento estudio de la prensa, incluido un subrayado de suplementos dominicales. Cuando apenas lo intenté no pude levantarme. Una cápsula mitad antiinflamatorio, mitad analgésico pareció acabar con el dolor, pero, como luego se verá, sólo lo enmascaró.
Hice 18 hoyos por la tarde. Y al ponerme en pie tras la cena, mi figura, esbelta por naturaleza, se hallaba quebrada por la cintura dando a mi perfil una notable semejanza al de una alcayata, escarpia o hembrilla.
Mis músculos, de ordinario disciplinados y obedientes como niño de buen colegio, habíanse tornado testarudos, lacerantes y desobedientes a las órdenes del cerebro.
Estas cosas en mi estirpe no nos atemorizan, así que atravesando un inenarrable dolor el cerebro se enfrentó a los músculos. La desigual batalla dio con mis huesos en el botiquín de mi casa y con mi entero cuerpo en la cama.
Estas cosas en mi estirpe no nos atemorizan, así que atravesando un inenarrable dolor el cerebro se enfrentó a los músculos. La desigual batalla dio con mis huesos en el botiquín de mi casa y con mi entero cuerpo en la cama.
Me levanté bien por la mañana: pude cumplir mis matinales devociones y deberes higiénicos sin problemas.
Pero los traidores músculos del cuarto menguante de la espalda, agazapados en una esquina del office, dieron un fuerte tirón cuando quise agacharme para recoger algo. Su entusiasta grito de guerra – “¡ya volvemos!” – cimbreó todo el sistema nervioso desde el pulgar del pie derecho a la fina piel de la coronilla. Y casi pierdo el sentido.
Pero los traidores músculos del cuarto menguante de la espalda, agazapados en una esquina del office, dieron un fuerte tirón cuando quise agacharme para recoger algo. Su entusiasta grito de guerra – “¡ya volvemos!” – cimbreó todo el sistema nervioso desde el pulgar del pie derecho a la fina piel de la coronilla. Y casi pierdo el sentido.
Y aquí estoy, lesionado en el cuerpo como lo estará Bill Haas en el ánimo. O quizás, no. Quiero decir a lo mejor, lo doloroso sea la vulgaridad de la dolencia.
.- Qué tonterías dices, primo – me ha soltado mi prima Margarita de caritativa visita en mi sala de estar -. Eso es una memez – ha sentenciado con su característico tacto.
.-De eso, nada querida prima: la lumbalgia es una de las más villanas aflicciones que conoce la Medicina, y le configura a uno lo más parecido Quasimodo, el jorobado de Notre Dame.
.- No digas eso: estás magnífico y estarás mejor cuando dejes de hacer gestos y muecas de dolor; que no te estás muriendo, leñe.
.- No, pero casi: he tenido que excusar mi asistencia a una estimulante reunión prevista para las trece horas y anular mi participación en el partido del martes. ¡Mira que tocarme una dolencia tan humillante!
.- Vuelves a delirar, zoquete – me anima mi bella prima -: no hay lesiones ni enfermedades populares o aristocráticas. Sí hay gente excelsa incluso en el dolor.
.- ¡Claro que hay enfermedades aristocráticas! ¿Qué me dices de la hemofilia? La padecían la reina Victoria de Inglaterra, el zar Nicolás II y el zarévich Alexei - asesinados por los comunistas -entre otros ilustres personajes.
.- Pues te digo dos cosas, primito: la primera que esos “linces” adquirieron probablemente la enfermedad, también llamada “Piel Fina” y “Sangre Maldita”, por no salir de su encerrado entorno a la hora de engendrar vástagos – me ilustra mi prima-. Y lo segundo, que las molestias de espaldas no son raras en el golf: las padecieron estrellas como Bobby Jones, Ben Hogan o el mismísimo Seve.
.- Sí, ya… – me defiendo yo-: lo mío no es que sea de espalda, es que es de la parte menos distinguida de ella.
.- Jajajaja – se ríe animada la mas hermosa de mis parientes. Y con sus vastos conocimientos de Historia, concluye -: venga, plomo, que al final acabarás prefiriendo sufrir convulsiones como Alejandro Magno, quien además tenía los músculos de un lado del cuello más cortos que los del otro.
.- Para nada, ya me es bastante difícil hacer el swing con los músculos parejos y sin espasmos.
.- Pues entonces bendice tu benigna situación: aristocrática, lo que se dice aristocrática nos queda la gota que padecieron Carlos V El Emperador y su hijo Felipe II: en su reino no se ponía el sol, pero en la noche de su dolor no veía la luz: devastado, falleció en un estado atroz; la gota le había afectado la rodilla que la tenía hinchada y supurando; en su mano derecha se distinguían cuatro fístulas con origen en otras tantas lesiones gotosas articulares; sus pies daban lástima y presentaba un cuadro con acusados síntomas secundarios de una insuficiencia renal.
.- Vale, admito lumbalgia como enfermedad noble – me rindo ante mi prima.
El que no se rindió en Valspar fue Charles Schwartzel que con un -4 en la última vuelta dio caza a Bill Haas, para acabar imponiéndose. El sudafricano se lució en el hoyo 13 con el putter desde 64 pies (20 metros) y lleva ya tres victorias en sus seis apariciones desde diciembre.