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Rick Blaine / Actualizado 17 enero 2019 |
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Patricia Font ya destacó hace unos años cuando ganó el Premio Goya a mejor cortometraje de ficción por Café para llevar (2014) protagonizado por Alexandra Jiménez. Ahora vuelve a la carga con su primer largometraje, la adaptación de una novela de Laura Norton, Gente que viene y bah.
La cinta sigue la línea de No culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas, otra novela de la misma autora que también se adaptó al cine. Se trata de dos películas muy parecidas en cuanto al mismo tono de comedia. “Es un canto a la vida, una historia que tiene que ser contada con mucha luz, color, sensibilidad y sentido del humor”, comentó la directora.
Gente que viene y bah cuenta la historia de Bea (interpretada por Clara Lago), una joven arquitecta a la que todo parece irle bien hasta que se entera que su novio (Fernando Guallar) se ha enrollado con una de las presentadoras más guapas de la tele.
Con todo ello, es despedida de su puesto de trabajo y decide irse unos días al pueblo, allí se reencontrará con su madre (una inmensa Carmen Maura), sus hermanos (Alexandra Jiménez, Carlos Cuevas y Paul Malia) y con una serie de problemas vecinales y familiares.
Se les unen las circunstancias de una hermana alcaldesa del pueblo, otra que guarda celosamente su pequeño gran secreto, un hermano al que le importan muy poco las habladurías, y el peque del grupo que con su corta edad se considera nihilista hasta los huesos.
Se trata de una película de reencuentros y líos entre una familia. Alexandra Jiménez, Alex García, Paula Malia, Carlos Cuevas, Fernando Guallar, entre otros, aportan y derrochan simpatía y cercanía a sus logrados personajes, en los que a pesar de la independencia y la mínima interferencia, interactúan unos con otros de manera eficaz.
Gente que viene y bah es un canto a la vida, un soplo de aire fresco ante los problemas más o menos serios que puedan surgir y, sobre todo, una loa a saber dar su justa importancia a permanecer o dejar pasar aquellas personas con las que nos vamos cruzando, a dejar pasar a quienes nada pueden aportar y permanecer junto a quienes se desea compartir las ilusiones de cada día.
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