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fjrigjwwe9r1_articulos:cuerpo The Light Between Oceans está basada en la primera novela de la escritora australiana M.L. Stedman (2012), considerada un best-seller internacional. La autora demuestra que es un gran libro; y claramente esa pudo haber sido una de las razones de peso para que un director como Derek Cianfrance se haya hecho cargo de un proyecto pretencioso y tan complejo emocionalmente.
La historia se central en Tom Sherbourne, un exhéroe de guerra que regresa a Australia. Destruido y marcado por las tormentas de un pasado que quiere olvidar: abandono, maltrato y muerte. Ya en el pueblo de Point Partageuse consigue el único puesto existente como farero; un trabajo complejo, pero que le entusiasma por su entorno y, especialmente, la tranquilidad y la soledad.
Es ahí cuando conoce a Isabel, una muchacha mucho más joven que él: su inocencia y alegría -a pesar de las desgracias que también la atormentan- le devuelven en parte la vida.
Después de unos meses de noviazgo a distancia, ya casados, ambos se convierten en dos náufragos abandonados en tierras solitarias, no por las tormentas del mar, sino que por las del mundo. Ambos se aíslan de todo y todos, pues saben que ellos dos se bastan para volver a tener esperanzas, para ser felices y para ser libres de construir todo lo que desean.
El paso del tiempo hace que se vuelva una necesidad uno de los más grandes sueños de Isabel. ¿Cómo el amor puede soportar el dolor de los deseos no cumplidos? ¿Cómo Tom puede negar, luego, el único deseo que tiene Isabel? ¿Cómo una decisión que, en un inicio parece tan buena y sana, puede traer dolor a tantas personas? El debate moral que propone la película (y el libro) es realmente interesante.
La aparición de Lucy-Grace en las vidas de ambos se convierte en una especie de puente entre la isla y la realidad hacia muchos puntos. Por un lado, el poder completar todos los deseos que jamás pudieron cumplir. Por otro lado, el dolor y la incertidumbre de saber que se estaba cometiendo un delito; mezclado con los diversos debates morales que se hacen tanto los personajes como el espectador. Además, claro, de un cuestionamiento a la vida misma, y cómo esta muchas veces puede ser el personaje más cruel.
La dirección de Cianfrance, como siempre, consigue atrapar al espectador por medio de un relato fiel y crudo sobre cómo el destino, las buenas o malas decisiones y las buenas o malas intenciones, pueden llegar a afectar la vida y la muerte de alguien. Se crea un relato fiel, ágil y con una construcción tan perfecta que en sus más de dos horas de duración no hay minuto desperdiciado.
El perfil de Cianfrance es relatar historias de seres rotos que por medio del amor pueden o reconstruirse o derrumbarse por completo.
En lo que respecta al reparto, el recién nominado al Oscar como mejor actor, Michael Fassbender (Steve Jobs) es el encargado de interpretar a Tom Sherbourne, desempeñando un buen trabajo al plasmar de forma bastante realista a un hombre carente de sensaciones y visiblemente afectado por la guerra. Por otra parte, la ganadora del Oscar Alicia Vikander (The Danish Girl) encarna a Isabel, cumpliendo con una actuación aceptable al presentar a una mujer cuyo carácter impulsivo es totalmente opuesto al de su marido.
Para completar el cuadro, está la también ganadora al Oscar Rachel Weisz (The Constant Gardener) quien se encarga de desempeñar el papel de Hannah, la verdadera madre de la hija adoptiva de los Sherbourne, en un plano secundario que adquiere mayor fuerza conforme avanza la cinta, capaz de despertar antipatía o simpatía dependiendo de la forma en cómo uno juzgue la historia.
- Ver también, Raúl Arévalo hunde a Juan Antonio Bayona y la elegancia de Emma Suárez (Hechos de Hoy)
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