Por su carrera musical, la cantante Ricki abandonó a su familia y el reencuentro con su marido Pete Brummel (Kevin Kline) y sus tres hijos no es fácil. Ahora tiene 54 años y vuelve a casa por un caso de urgencia. Su hija Julie (interpretada por Mamie Gummer, su hija también en la realidad) está destrozada. Su marido la acaba de abandonar. Acercarse a ella y también a sus dos hijos Josh (Sebastian Stan) y Adam (Nick Westrate) resulta muy complicado.
La legendaria y oscarizada Meryl Streep se mete en este papel de estrella del rock, versionando incluso a Lady Gaga, para el deleite de sus fans. En esta nueva tragicomedia musical -después de la inolvidable Mamma Mia- y dirigida en esta ocasión por Jonathan Demme (El silencio de los corderos, Philadelphia) Meryl Streep es Ricki Rendazzo, una heroína de la guitarra que cometió innumerables errores y que busca la redención y la oportunidad de reconciliarse con su familia a través de la música.
El guión del también oscarizado Diablo Cody no es nada extraordinaria pero la interpretación de Streep es una vez más memorable sobre todo en los momentos como cantante de rock en un bar de mala muerte en el que actúa para un puñado de fans.
En cuanto está delante del micrófono, guitarra en mano, logra arrastrar incluso a los poco fans del rock. Retransmite pasión, inconformismo y ansia de libertad, de no dejarse encorsetar. Todo lo contrario de su apático exmarido y su nueva mujer, una ama de casa por vocación y "supermadre".
Coprotagonizan junto a Streep y su hija Mamie Gummer, Rick Springfield, en el papel de uno de los miembros del grupo de Ricki, The Flash, enamorado de ella; Kevin Kline como el exmarido de Ricki; y Audra McDonald como la nueva mujer de Kline.
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