Al llegar al hoyo 1 de mi Club he visto decapitada la Palmera. Desde hace muchos meses su cabeza mecía la cresta de hojas colgando solamente de un hilo. No sé que enfermedad le había dejado en tan insufrible estado, pero sus frondosas palmas, un flequillo rebelde y verde, caían a compás del viento, como un péndulo de reloj marcando aciertos y errores de nuestro juego.
Ahora su tronco sin cabeza se yergue esperando acaso la puntilla en forma de sierra mecánica que reduzca su lucida existencia a rodajas de seca madera africana. Gracias Palmera del hoyo 1. Gracias por tu belleza madura, como la de la mujer amada. Gracias Palmera del Hoyo 1, por tu silencio ante mis golpes al aire, por tu callar ante mi swing heterodoxo y por tu boca cerrada ante mis salidas espantosas.
Gracias Palmera del Hoyo 1, por estar en las salida del recorrido cuando las esperanzas y los anhelos palpitan intactos, y gracias por no estar en la llegada, allí en el hoyo 18, donde los fracasos abundan más que los éxitos. Gracias, en fin, Palmera del hoyo 1, por morir un día de verano, evitándome el dolor de oír tu último crujido.
Y esta mañana me llegaba la noticia de otro fallecimiento ocurrido antes de ayer: Louise Suggs ha muerto en Saratosa (Florida). Morir en agosto no es propio del golf ni siquiera a los 91 años, que es la edad que tenía esta estadounidense fundadora del circuito femenino de golf profesional y de la LPGA que agrupa a las profesionales de este deporte y cuya presidencia ostentó de 1955 a 1957.
A la hora de cruzar la puerta del Cielo le habrán hecho la ola los ángeles que jueguen al golf y otros santos deportistas: Louise Suggs poseía 61 victorias y 11 títulos del Grand Slam; había fundado la Asociación Norteamericana del Golf profesional femenino y fue la primera mujer en ingresar (1951) en el World Golf Hall of Fame.
Le habrán hecho la ola y quizás luego le habrán reprochado morir en agosto, en plena temporada. Pero la muerte es lo único que no tiene fecha de caducidad y de los pocos expedientes sobre los que no caben mociones de aplazamiento. “Sic transit gloria mundi”, y , sin embargo, a los que aún practicamos golf nos queda el rastro de su empuje, la huella de su dedicación para el reconocimiento de la mujer en esta actividad profesional.
Morir en agosto no entra en los calendarios de golf. Pero pensándolo mejor, Quien todo lo conoce, sabrá porqué. A lo mejor – y eso me consuela - mi Palmera del Hoyo 1 murió justo unos días antes para estar a tiempo de dar sombra allá en lo alto a Louise que, nacida en Atlanta, residía en Delray Beach Florida; en sus últimos años vivió siempre acompañada por esas palmeras que son pespunte de la costa entre Palm Beach y Boca de Ratón. Harán buena pareja mi palmera y su swing. Y harán risas sobre el golf amateur o sobre lo rápido que se ha curado de su lesión Rory McIlroy, quien ha anunciado que jugará el PGA Championship de la próxima semana.
Louise Suggs le contará bajito, con ese íntimo tono modesto de los campeones, cómo ganó ella el Gran Slam. Por su parte, mi Palmera del Hoyo 1, con su deslavazado flequillo de palmas como de niña traviesa, le dirá el calor que pasaba en verano en mi Club, para enseguida quitarse importancia con una sonrisa, esa sonrisa de las madres que soportan el sacrificio del sol sobre su cabeza para dar la sombra su niño.
No sé si estos chicos de la PGA llevarán lazo negro en su viseras o si guardarán un minuto de silencio. Por nuestra parte, mi prima Margarita y yo hemos elevado una plegaria por la victoriosa jugadora. Sabemos - deberíamos saber – que victoria definitiva sólo hay una. Cuando Ben Hogan decía de Suggs que “ella estaba destinada a ser una ganadora, y lo era”, evocaba quizás sin caer en la cuenta de ello que cada uno tiene su propio designio: llegar de pie al último hoyo, para darlo todo y vencer.
Ella misma comparó su dedicación con la máxima entrega posible: “el golf es muy parecido a una historia de amor: si no te lo tomas en serio, no es divertido; si lo haces, te rompe el corazón”.
Descanse el suyo en Paz, al arrullo de mi Palmera del Hoyo 1; ambas llegaron a su meta para morir en agosto.