La película es una clara reivindicación a la palabra, la comunicación entre los seres humanos, y critica la comunicación fosilizada, una comunicación que provoca malentendidos y continuas frustraciones en el ser humano. Hablar, rodada en un plano secuencia no maltrata al espectador con la sensación de vértigo, transita por las calles del barrio de Lavapiés.
Las tramas son dispares: un “adicto” al porno que se excita con las palabras cibernéticas de otras mujeres que no son la suya causando una discusión en plena calle con su mujer y un empresario que, en un tono casi de provocación, aborda con el relato de sus quehaceres diarios al chico de un puesto de comida.
Pero también una chica desgastada de hacer entrevistas de trabajo que no logra ver más allá de su desastre; una pareja de amigas barrenderas en la que una no logra trasladar a la otra su sensación de no verse querida; o un joven escritor que se encuentra por casualidad con su antigua profesora de Lengua, irónicamente muda del estado tan afligido en el que se halla.
La gran mayoría de estos relatos desbordan naturalidad. No solo tienen en común el discurso político sino que al establecer la película en un barrio como Lavapiés o introducir elementos para suscitar debate entre los personajes, como el cartel de Podemos. Sin embargo, lo más llamativo de la cinta es su actitud optimista. El buen rollo que suscita al salir del cine es algo que ya ha caracterizado a Joaquín Oristrell.
Raúl Arévalo, Melanie Olivares, Sergio Peris-Mencheta, Juan Diego Botto, Marta Etura, Goya Toledo, Secun de la Rosa, Antonio de la Torre Miguel Ángel Muñoz, María Botto y Mercedes Samprieto, entre otros, son algunos de sus protagonistas. Desahucios, malos tratos, la corrupción, crisis inmobiliaria… son algunos de los temas destacados.
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