-Existe y prevalece- le dije – un ambiente de irrespeto por el libro y la cultura, por el pensamiento; todo es chercha ruidosa, comida chatarra y estruendo que quiere pasar por música en esta feria y en cada recinto. Para mi eso es incompatible con una feria del libro.
Con sus modales habituales, José Rafael se mostró interesado en mi crítica pero no hizo nada al respecto. Un día después me fui de la feria y desde entonces la veía por fuera porque es la zona donde vivo así que he estado al tanto del relajo, del ruido, de los pastelitos y la chercha. Jamás había vuelto al recinto de la feria hasta el viernes 25 de abril 2014.
Recibí una invitación de Matías Bosch para una jornada de ideas y liberación. Una hora después de estar en uno de los salones de la biblioteca, el ruido de tambores, de algarabía, de gritos y desorden invadía el espacio donde Angela Hernández trataba de hacerse oir en la presentación de los títulos publicados por la Fundación.
Hubiera querido esperar, al menos que ella terminara, pero me fue imposible. El estruendo me amenazaba ominoso. Me puse de pie enojado, me despedí de los vecinos y caminé hacia donde se encontraba Matías Bosch. Le expliqué porqué me iba y cuánto lamentaba hacerlo. El también estaba a disgusto por el ruido y me dijo que las autoridades de la feria no debieron autorizar un evento al lado del otro sabiendo que esa sala estaba reservada desde mucho antes.
En realidad, el ruido y el estruendo venían de todas partes y apenas a unos 40 metros de la fachada un reggaetón concitaba bailes y aplausos y claro, mas ruido.
Para ser claro. Hace años que esto dejó de ser una feria del libro para convertirse en un mercado de pastelitos, pizzas, empanadas, refrescos, ruido, mal gusto, nalgas, manteca. Las empresas comerciales que ni hacen, ni imprimen ni difunden libros se han hecho cargo de la feria. Quienes la organizan parece que no se enteran o no les importa. Mucha gente asiste allí y a cualquier otro sitio donde transite la esperanza de algún entretenimiento. Yo no necesito eso.
El espectáculo de ruido, publicidad y luces montado no tiene nada que ver con los libros, con las ideas y ciertamente con el pensamiento. Pero mi indignación no está dirigida solamente a quienes organizan, financian, promueven o de cualquier manera son instrumentales en la distorsión sino también a muchos de los asistentes, escritores, intelectuales, profesionales que saben, perfectamente bien que eso no es ni se parece a una feria del libro, pero no dicen nada. Y ese silencio, por omisión, alimenta el desorden.
Esa feria del libro . . . que asco.
- Melvin Mañón, escritor y reputado analista, reside en la actualidad en la República Dominicana.